¿Puedo ser un adicto si no consumo drogas?

Ir al gimnasio, comprar, jugar a videojuegos, consultar el móvil, trabajar, enamorarnos, tener sexo… son conductas normales, que realizamos con mayor o menor asiduidad y no por ello resultan patológicas.

¿Entonces cómo sabemos si una conducta se ha convertido en adictiva?

Los criterios no son sencillos ya que la conducta en sí misma no es perjudicial, lo perjudicial es la relación que la persona ha establecido con la conducta.

De todos modos, una conducta “normal” se convierte en adictiva cuando hacemos un uso indiscriminado de ella, bien para conseguir una constante gratificación inmediata o evitar un malestar psicológico.

Otros indicadores de alerta son:

  • La pérdida de control sobre la conducta.
  • Pensar en la conducta con mucha frecuencia cuando no se está realizando o sentirse culpable por no realizarla.
  • Dependencia psicológica. Es decir, un estímulo relacionado con la conducta desencadena el deseo irrefrenable de realizarla (por ejemplo, el sonido de una máquina tragaperras).
  • Perdida de interés por otras actividades que antes le resultaban gratificantes.
  • Interferencia grave en la vida cotidiana.
  • Que la persona mantenga la conducta a pesar de acarrearle problemas constantes.
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Lo perjudicial es la relación que la persona ha establecido con la conducta.

¿Cualquier conducta puede producir adicción?

El hombre al igual que el resto de animales está biológicamente programado para aproximarse al placer y evitar del dolor. Puede haber personas que parecen buscar el dolor, pero incluso en esos casos, debemos preguntarnos que gratificación encuentran en esas conductas aparentemente dolorosas.

Es por ello que cualquier conducta placentera, e incluso displacentera, puede ser susceptible de ser adictiva.

¿Cómo se produce la adicción?

Las conductas comienzan siendo gratificantes (Refuerzo +), para posteriormente llevarse a cabo para evitar el malestar si no se realizan (Refuerzo -).

El proceso de la adicción sin sustancia varía poco o nada del proceso de la adicción con sustancia.

A continuación, expongo la secuencia descrita por Krych (1989):

  1. La conducta proporciona placer y recompensa.
  2. Aumentan los pensamientos referidos a ella cuando no se realiza.
  3. Aumenta su frecuencia y vamos perdiendo el interés por otras actividades que eran gratificantes.
  4. Tendemos a quitar importancia al interés que nos suscita la conducta (Negación).
  5. Deseo intenso de llevar a cabo la conducta y expectativas muy altas sobre la mejoría del malestar cuando la realice.
  6. Se mantiene la conducta a pesar de las consecuencias negativas, intento de justificación y mentiras.
  7. Cada vez más consciente de la realidad, suele haber intentos para controlarlo que normalmente son fallidos.
  8. El alivio del malestar (Refuerzo -) mantiene la conducta.
  9. Se empobrecen las estrategias de afrontamiento cotidianas, siendo el mecanismo de afrontamiento la conducta adictiva.
  10. La conducta adictiva se agrava llevando a la persona a buscar tratamiento.

No quiero terminar sin hacer una breve reflexión sobre un factor fundamental en el incremento de este tipo de adicciones.

Está claro que nuestro modelo económico requiere del máximo consumo para mantener la maquinaria en pleno funcionamiento y lo consigue mediante un marketing agresivo en el que se nos envían mensajes irrespetuosos, disfrazados de ironía.

Los productos y servicios nos prometen gratificación inmediata, seguridad, encontrar el amor, pertenecer a un club selecto, huir del dolor, disfrutar más de la vida, etc. Tanto es así que el mensaje ha calado en la sociedad y debemos ser más guapos, más delgados, más ricos, más felices, más exitosos y todo ello si nos inscribimos a cierta web, cambiamos de coche, móvil o muebles de casa.

Es por ello que las empresas son las primeras interesadas en promover la adicción al móvil, al trabajo, a las compras, al gimnasio, a las dietas, al sexo, a los videojuegos…

Ahora depende de los consumidores dejarnos llevar por las modas, o como dijo San Francisco de Asís darnos cuenta de que “Necesitamos pocas cosas y las pocas que necesitamos, las necesitamos poco”.

DIEGO MUÑOZ UGARTE
PSICÓLOGO Y PSICOTERAPEUTA.

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