Cuida tus palabras, pueden herir tu sensibilidad.

En nuestros días casi nadie pone en duda que ciertas verbalizaciones pueden herir tanto a los demás como a nosotros mismos, un diálogo interno saludable es fuente de bienestar emocional y contribuye en gran medida a nuestra felicidad.

A los psicólogos se nos prepara para detectar indicadores verbales que producen malestar y actúan como limitadores del cambio terapéutico. Hacer conscientes a las personas de dichos limitadores y modificarlos les permite alcanzar sus objetivos terapéuticos más rápidamente.

Me gustaría proponer al lector, aunque solo fuera por un día, que trate de identificar algunas verbalizaciones para poder modificarlas por otras más realistas y saludables.

¿Cuáles son frecuentemente esos limitadores?

El primero y uno de los más frecuentes, es el etiquetar a las personas o cosas por un rasgo o cualidad aislada. El verbo “ser” nos permite poner orden en un cosmos cambiante, ahorrándonos información y facilitando la comprensión del mundo que nos rodea.

Pero cuando nos etiquetamos a nosotros mismos o a los demás, también nos negamos la posibilidad de cambio. Si digo “yo soy así” o “ya sabes cómo soy” refiriéndonos a ciertos comportamientos, perdemos el control sobre ellos y hace que nos comportemos de esa misma forma en el futuro.

Dejemos claro que posiblemente te comportes de forma agresiva en ciertas situaciones, incluso en muchas situaciones, pero a pesar de ello si lo deseas y te esfuerzas puedes cambiar esa forma de comportarte. Por ello es recomendable desechar las etiquetas y cambiar el verbo “ser” por el “me comporto”. Pasando de ser una persona agresiva a comportarme de forma agresiva en ciertas ocasiones.

Como dijo el célebre psicólogo Carl Rogers “Paradójicamente cuando te aceptas tal como eres, entonces puedes cambiar” Así que si realizas un trabajo de introspección y te aceptas tal como “eres”, ten por seguro que podrás cambiar los comportamientos que no te gusten ya que tú no eres esos comportamientos.

Otro indicador de alerta son lo que se conocen como palabras absolutas. Algunos ejemplos podrían ser; siempre, nunca, jamás, todo, nada… resultan extremas y atienden a un pensamiento polarizado de blanco o negro. Pueden resultar muy dañinas produciendo desesperanza, inmovilismo, sensación de indefensión, inhabilidad, etc.

Propician lo que se conoce como profecía auto cumplida, una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad. Para qué voy a seguir si… “todo me sale mal…” o “no sirvo para nada…”. Por otro lado, comentar que resulta curiosa la capacidad de ser fácilmente combinables, acrecentando su potencial nocivo. “Nunca consigo nada” o “Siempre me sale todo mal”.

¿Cómo localizar las palabras absolutas?

Lo ideal en primer lugar es localizarlas y una vez las identifiquemos trabajar cuestionándolas. ¿Seguro que siempre? ¿de verdad que nunca? ¿Alguna cosa habré hecho bien?.

Aprender a relativizar las afirmaciones comprendiendo que las acciones y sucesos forman parte de un continuo, nos permite tener una visión más apropiada y equilibrada de nuestro mundo y de nosotros mismos.

Para terminar, me gustaría orientar el foco a los imperativos y particularmente a los debo y tengo que.

Muchas personas viven en un perpetuo debo y nos olvidamos que no existe mayor motivación que el querer. Es una motivación que parte de dentro y no desde agentes externos como sucede con el debo y el tengo. Por otro lado, las cosas que se hacen porque se quiere suelen salir mejor que si se deben.

Cambiar el debo por el quiero es más una cuestión de actitud. Detente a valorar la situación y tener claro que lo haces porque quieres, no es una obligación. Puedes decidir no hacerlo.

Tampoco digo que aceptes todo, convenciéndote permanentemente de que deseas hacer cosas que en el fondo te horrorizan, simplemente me gustaría, haciendo una excepción, que “SIEMPRE” tienes elección y que tú decides si hacerlo o no y si lo haces porque debes o porque quieres.

-Recuerda que siempre tienes elección-

Quiero dejar claro que no pretendo estigmatizar estas palabras, si no más bien explicar que son tremendamente poderosas y que en ocasiones las empleamos muy a la ligera.

Espero que lo expuesto os haya resultado de utilidad y estoy seguro de que si cuidásemos un poco más el cómo nos hablamos a nosotros mismos y a los demás, haríamos del mundo un lugar un poco mejor.

 

DIEGO MUÑOZ UGARTE
PSICÓLOGO Y PSICOTERAPEUTA.

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